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  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 29 may 2023
  • 4 Min. de lectura

Empoderando para el ejercicio y respeto de los derechos humanos de mujeres adultas, adolescentes

y niñas.

 

Experiencias premiadas en el certamen Mujeres construyendo justicia y paz en América Latina y el Caribe - 2022, promovido por la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz.

 

En México, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, publicada en 2007 y reformada en 2017, establece un marco federal para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, es decir, “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimientos psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público” (artículo 5, IV). De igual forma, pretende garantizarles su acceso a unas condiciones que favorezcan su desarrollo y bienestar integral bajo principios de igualdad y no discriminación. No obstante, así como una golondrina no hace verano, la existencia de un marco jurídico no garantiza por sí solo el cese de diversas modalidades de violencias contra las mujeres y, en general, contra personas que se identifican con el género femenino.


En este mismo país, las estadísticas públicas relacionadas con las violencias contra las mujeres se obtienen, desde 2003, mediante la aplicación de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), a cargo del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI). El último reporte data de 2016, lo que sugiere que la información no es precisa en la actualidad y que, por diversos motivos, no ha sido prioritario actualizarla. De todas formas, se sabe que en aquel año el 66.1% de las encuestadas (muchas de ellas indígenas) había sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación a lo largo de su vida en al menos un ámbito (familiar, escolar, laboral o comunitario), ejercida por cualquier tipo de agresor: 49.0%, violencia emocional; 41.3%, sexual; 34.0%, física; y 29.0%, violencia económica-patrimonial o discriminación en el trabajo.


Ante el panorama desfavorable para el género femenino, han surgido en el país diversas organizaciones que buscan que el ejercicio y el respeto a los derechos de las mujeres de cualquier edad se hagan realidad y se consoliden en la cotidianidad, mediante cambios personales y colectivos, en contextos privados o públicos, físicos y virtuales. Es el caso de la Asociación Civil Mujer Nunca Permitas, colectivo con más de siete años de existencia, que cuenta con 200 integrantes provenientes de los 36 municipios del estado de Morelos (en el centro del país, colindante con el estado de México) y que a través de mediaciones e intervenciones descentralizadas y multidisciplinarias centra su atención en la formación, el acompañamiento y la atención integral a mujeres, niñas y adolescentes.


Lo más relevante de esta asociación sin ánimo de lucro es su gestión para empoderar, cohesionar y organizar a la sociedad civil, de tal manera que se incentive la conciencia y vivencia de la corresponsabilidad participativa de la ciudadanía en relación con los derechos humanos y, como parte de ellos, los derechos de las mujeres. Además, realiza su labor aplicando cuatro estrategias: investigación o análisis de la situación de las mujeres, atención psicológica, atención jurídica, y prevención y tratamiento de la seguridad ciudadana. Ello permite, según los responsables de la asociación, “brindar una aportación valiosa e integral para resguardar la integridad y el bienestar, asegurando la efectividad en cuanto a la resolución de los problemas de las mujeres del estado de Morelos”.


La perspectiva pluridisciplinaria y el relacionamiento con otras organizaciones de la sociedad civil y con diversas dependencias públicas también ha permitido a las integrantes de la asociación fortalecer y beneficiarse de las capacidades de comunicación y colaboración entre profesionales y entre los sectores civil, público y privado, aumentando la diversidad de perspectivas desde las cuales abordar soluciones, con el fin de salvaguardar los derechos humanos de las mujeres.



Por eso mismo, Mujer Nunca Permitas A.C. fue galardonada con el Tercer Puesto como una de las entidades con experiencias significativas y ejemplares presentadas en el certamen “Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe” 2022, organizado por nuestra comunidad de práctica, galardón que permite reconocer y apoyar sus logros, tales como:

  • Inclusión del tema de violencia de género en los acuerdos con candidatos en diversas elecciones a cargos públicos.

  • Realizar un seguimiento a la aplicación y el cumplimiento de las leyes y normas estatales, y conseguir que la violencia de género se identifique como un problema de derechos humanos de las mujeres que los estados tienen la obligación de afrontar.

  • Sensibilizar a diferentes sectores de la sociedad (académicos, medios de comunicación, gubernamentales, comunidades, etc.) para visualizar la violencia como un problema cotidiano que afecta a una proporción importante de mujeres en todas las sociedades actuales.

  • Impactar favorablemente en las vidas de muchas mujeres, en la mayoría de los municipios de todo el estado, brindándoles servicios y recursos necesarios para salir del círculo de violencia en el que se encontraban inmersas.

​“La atención que me ha brindado Mujer Nunca Permitas ha sido integral. Yo fui víctima de violencia familiar que derivó en un proceso penal. La asociación me ha acompañado durante el andar, no me ha dejado sola; he tenido asesorías jurídicas, atención psicológica, también me han integrado a su colectivo, incidiendo así en mi empoderamiento y crecimiento personal, pues he sido parte de sus múltiples actividades que me han permitido ayudar a más mujeres en situaciones de violencia”. N.O., asociada.

Así pues, los talleres, cursos, pláticas informativas y capacitaciones en diferentes comunidades para el público en general y a funcionarios gubernamentales con el fin de prevenir violencia de género en el hogar, las escuelas y los espacios de trabajo; las campañas de prevención que pretenden modificar las relaciones de género; el acompañamiento para realizar denuncias y hacer seguimiento de estas; la atención psicológica a las víctimas, a sus hijos y a otros miembros de sus familias, entre otros esfuerzos, hacen que el compromiso de esas entidades para con las mujeres valga la pena celebrarse, hacerse visible y apoyarse.

​“Pertenezco al Colectivo Psicólogas Sororas. Iniciamos hace tres años y debido a nuestra falta de experiencia en el tema con mujeres universitarias, me acerqué a Mujer Nunca Permitas para pedirles asesorías y acompañamientos a esas mujeres que solicitaban nuestro soporte. La asociación siempre nos brindó el apoyo que solicitamos, incluso nos aportó con capacitaciones para mejorar nuestro colectivo. Ayudan genuinamente y son una referencia estatal en la lucha por los derechos de las mujeres”. Frida Flavia Muro García, psicóloga.

Fotografía: @MujerNuncaPermitas

Con este premio reconocemos, entonces, a Mujer Nunca Permitas por su valioso y constante compromiso para evitar, como ellos mismos lo expresan, “la carga desproporcionada en términos de enfermedad e infelicidad que las violencias generan sobre las mujeres”.

 

Mayo 2023

  • Foto del escritor: Caminando hacia la Paz
    Caminando hacia la Paz
  • 12 ago 2022
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 abr 2023

Una labor titánica y ejemplar para demostrar que ninguna persona que se identifique como

mujer está sola o merece vivir en soledad

 

Experiencias premiadas en el certamen Mujeres construyendo justicia y paz en América Latina y el Caribe - 2022, promovido por la comunidad de práctica Caminando hacia la Paz

 

En la actualidad, todas las instancias de la Iglesia, en cualquier parte del mundo, están llamadas a liderar esfuerzos por construir justicia y paz mediante la dignificación de las personas vulnerables, particularmente las mujeres, pues como lamenta el Papa Francisco: “Cuánta violencia hay contra ellas. ¡Basta! Herir a una mujer es ultrajar a Dios.” No obstante, cuando trabajar para que su empoderamiento, atención y bienestar se vuelva más que un compromiso católico que se da por descontado; cuando se torna en una apuesta social valiente en la que se deja la piel y la vida pese a todos los obstáculos, para promoverlas, protegerlas y ayudarlas; cuando se lideran iniciativas en territorios donde son profundas las raíces que causan constantes formas de violencia, violaciones a los derechos humanos y abusos físicos, psicológicos y espirituales aberrantes contra niñas, adolescentes, adultas y ancianas –como sucede en una cultura machista, patriarcal y misógina, acostumbrada a “eliminar o matar” a quien no piensa o no está de acuerdo con lo que uno opina y desea–, esa misión alcanza un especial reconocimiento.


Por eso mismo, Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco AC fue galardonada con el Primer lugar, como entidad destacada por su experiencia significativa en el certamen Mujeres Construyendo Justicia y Paz en América Latina y el Caribe 2022, organizado por nuestra Comunidad de Práctica. Y es más que justo, porque su entero compromiso con la atención y el acompañamiento a mujeres víctimas de violencias, implementando la estrategia integral ¡Mujer, no estás sola! –en coordinación con Catholic Relief Services (CRS) –, ha llevado a la entidad a crear numerosos Grupos de Apoyo de Mujeres (GAM) en Acapulco y en toda la costa del Estado de Guerrero, en México, implicando y beneficiando a más de 600 mujeres que, a su vez, se convierten en apoyo para otros cientos de mujeres.


Desde 2016, con la estrategia mencionada, Cáritas Acapulco, asociación civil vinculada a la Arquidiócesis de Acapulco, ha venido implementando la metodología, creando GAM en 21 parroquias y centros escolares en las tres regiones de la arquidiócesis. Incluso, en época de confinamiento por la pandemia vivida desde 2020, apostó por emplear la comunicación mediada por tecnologías tradicionales y digitales, aun con mujeres con pocos recursos y pocas habilidades digitales, con tal de seguir acompañándolas, formándolas y respaldándolas con varios fines: despejarles y hacerles transitable ese camino de sanación que ellas mismas emprenden para su transformación; que en sus familias, comunidades y entornos cambien las ideologías, posiciones y prácticas culturales nocivas, y que disminuyan diversos hechos de violencia que restringen y vulneran sus derechos.

Así, pese a los altos índices de violencias y abusos que viven en sus propios hogares, en sus contextos de estudio o laborales, en las redes sociales, en los medios de comunicación, en ámbitos de vida cotidiana y hasta en las instancias legislativas y judiciales, como se evidencia en México y notoriamente en Acapulco –lo cual, obviamente, genera miedo y sentimientos de indefensión e impotencia–, las mujeres que participan en los GAM y en las actividades de Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco se atreven a cambiar las realidades difíciles e injustas en las que viven.


Otro aspecto por destacar es que la mayoría de esos grupos de apoyo a mujeres son acompañados por facilitadoras voluntarias. De ellas, casi 70 han sido certificadas hasta el momento para replicar la metodología ¡Mujer, no estás sola!, tras haber sido, en un primer momento, participantes en la misma estrategia. Así, estas y otras mujeres animadoras y formadoras de otras, y aquellas que viven la experiencia en los grupos de apoyo, al haber sanado e incrementado su autoestima, animan a poner límites a las violencias, toman decisiones en función de su bienestar y autonomía, mejoran sus dinámicas familiares y comunitarias, y se convierten en una fuerza imparable e impulsora del cambio social.

 

"Cuando conocí GAM, venía cargada de emociones, en su mayoría negativas (tristeza, frustración, coraje por la pérdida de mi hijo y de mi salud)… Creí que jamás podría recuperarme de esto, sin embargo, aprendí que las emociones no son malas, al contrario: cada una tiene algo que enseñarme, pero para eso debo trabajarlas. En cada sesión, el GAM me enseñaba algo diferente: a vencer los miedos, a recuperar mi espacio, a valorarme, quererme y apreciarme como mujer. Encontré cómo recuperar la esperanza de vida. Hoy puedo decir que soy una mujer nueva, vencí el cáncer gracias a Dios. En pocas palabras volví a nacer". (Carmen, participante en uno de los GAM)

 

Este premio, entonces, es más que merecido, porque también es un reconocimiento al esfuerzo por responder desde la Iglesia a importantes y apremiantes necesidades que tiene cada mujer: sanar, fortalecerse, hacerse responsable de sí misma y tomar sus decisiones. Reconocer y atender esas necesidades es ayudar a las mujeres para que sean capaces de prevenir nuevas violencias, porque se hacen y sienten capaces de afrontar, no quedándose pasivas e indiferentes, las múltiples agresiones que viven.


El enfoque fundamental de centrarse en el ser de cada mujer, de manera que cuente con las herramientas para emprender el camino de su transformación y convertirse en protagonista de su propia vida, garantiza un proceso de sanación y de fortalecimiento personal que, a su vez, quiere ser transmitido a otras mujeres. Esto lo hacen las facilitadoras que se convierten en terapeutas comunitarias y dan seguimiento a los grupos de apoyo, quienes también son ganadoras del reconocimiento dado por nuestra Comunidad de Práctica.

 

“La contribución de esta metodología y de Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco a la construcción de la paz con y desde las mujeres, imprimiendo el sello femenino a la transformación social, es decisiva. La mujer ha adquirido la fortaleza para alejarse de la espiral de violencias y dar respuestas pacíficas, a la vez que ya no permite más violencias contra ella misma. No podremos tener paz sin las mujeres o contra las mujeres”. (Representante de Cáritas Acapulco).

 

Cáritas de la Arquidiócesis de Acapulco es una asociación civil cuya misión es contribuir a la dignificación de la persona humana, mediante programas de asistencia, desarrollo y transformación social, sostenidos por las comunidades locales, para construir condiciones de justicia, paz y reconciliación en la región costera de Guerrero. Y su compromiso es tal, que en 2018 fue también ganadora del Premio a la Institución de Fomento al Voluntariado, en la XXX Edición de los Premios Compartir, de la Fundación Social IAP.


Este nuevo reconocimiento ayudará a fortalecer competencias y habilidades de las facilitadoras para acompañar grupos, mediante talleres y encuentros de formación; así mismo, permitirá proveer materiales a los GAM, que fungirán como espacios seguros en los que las mujeres puedan vincularse y tender puentes para ser protagonistas del cambio que desean para sí mismas, para sus familiares, amigas, compañeras, vecinas y quienes las rodean.

 

Para más información sobre la institución ganadora, se recomienda consultar:

 

Agosto de 2022

  • herramientascomuni3
  • 12 ago 2022
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 17 abr 2023

Asistente del Sector Social del Gobierno de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús

 

“Caminante, son tus huellas, el camino y nada más. Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás,

se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.” Antonio Machado

 

Jorge Atilano González Candia, sacerdote jesuita, bien sabe lo que es ser Caminante de la Paz. Y bien sabe que, aunque no se pueda volver a pisar con exactitud la misma senda, hay que volver sobre los pasos con frecuencia, para que lo aprendido en el trayecto haga más firme las nuevas pisadas, para que el camino se construya en la dirección correcta y para evitar desviaciones en el rumbo elegido.


Tal vez por eso, porque sus memorias, experiencias, lucubraciones, reflexiones y observaciones son el equipaje que día a día carga consigo, este mexicano habla siempre en presente. Y con un volumen de voz suave y un hablar lento y meditado, cuenta que el haber sido enviado a Centroamérica, tras el huracán Mitch, fue, como aquel ciclón, uno de esos poderosos momentos en la vida que lleva a replantearse la propia dirección, al conocer y vivir de cerca violencias que antes ni imaginaba.


“Nazco en Huatusco, Veracruz; soy el tercero en una familia de cinco hijos hombres y una mujer, con mi padre, comerciante de muebles, y mi madre, dedicada al hogar. Me vinculo a la Compañía de Jesús al salir de la preparatoria (educación media), con 19 años, en 1991, con el deseo de ayudar de forma integral a la gente pobre, tanto en lo espiritual como en lo material, tal vez motivado por la alegría que siento con el servicio a los demás. En 1999, llego a El Progreso (municipio del departamento de Yoro), en Honduras, para apoyar la reconstrucción y construcción de viviendas. Allí conozco una realidad ajena para mí: la de la violencia de las maras […] y es cuando siento un primer llamado por la paz, tal vez más centrado en el trabajo con los jóvenes”, nos dice.


Al regresar de Honduras, profundamente dolido y desconcertado con tantas irracionales, dolorosas y diversas manifestaciones de las violencias, comienza a trabajar con adolescentes expandilleros, universitarios y grafiteros), en experiencias esperanzadoras y sanadoras. En 2004, se ordena sacerdote y se centra en la orientación y el acompañamiento a jóvenes con inquietud vocacional. Y en 2010 descubre por primera vez la llegada de la niebla de las violencias que, como un telón opaco y lúgubre, empieza a invadir la vida comunitaria en diversas regiones de su propio país; niebla que, cuando menos se piensa, se vuelve tan espesa que impide ver a los demás; tan densa, que desorienta e impide visualizar las señales del camino; tan cotidiana que se asume como normal o, peor aún, ya ni se percibe.


“Conozco por ese entonces un pueblo de México llamado Tancítaro (en Michoacán de Ocampo, al occidente del país), que tiene un poquito más de 30,000 habitantes; del 2006 al 2013, hay allí alrededor de 3,000 asesinatos o desaparecidos. Eso, sumado a mi vivencia en Honduras, me sacude. Por esa época, en unos ejercicios espirituales siento un llamado a echar las redes al otro lado; ese otro lado era la realidad de violencia para emprender un camino más decidido y directo para la construcción de paz”, recuerda.


Principia, entonces, a repensar lo vivido, a recordar las huellas, a observar, interpretar y analizar su entorno con tranquilidad pero de forma profunda y holística, descubriendo que todos los jóvenes y, en general, todas las personas, sin importar el lugar que habiten o la época en la que vivan, buscan perennemente sentir que pertenecen a una comunidad; que hacen parte de un núcleo familiar y de un grupo social, y que tienen reconocimiento y apoyo en ese entorno colectivo: algunos, como los maras, lo hacen por medio de los asesinatos y las armas; otros, como los grafiteros, por medio del arte y la pintura transgresora. Reconoce, pues, que como factor común en situaciones de violencia está el individualismo, el sentimiento de soledad, de no pertenencia o de desconexión con la comunidad.


“Cierro mi periodo en las vocaciones y digo: pues lo primero que hay que hacer es estudiar para saber qué está pasando. Así que fui a ver y a platicar con amigos que habían pertenecido a las maras y que habían migrado hacia Estados Unidos. Encontré que la mayoría estaba bien. Al indagar por qué, identifiqué unos factores que les estaban ayudando. El primero, se habían incorporado a una familia. El segundo, tenían un empleo y se sentían útiles para ellos y para sus familias. El tercero, habían resignificado su historia; ya no se reconocían como expandilleros, sino como el padre de familia, el esposo, el trabajador, el vecino, cambiando sus antiguas narrativas. Y el cuarto, reconocían cómo Dios había aparecido en su vida, dándoles la valía de sentirse dignos”.


Así, este caminante de la paz comenzó a echar en su equipaje esas lecciones y otros factores que le han ayudado a edificar su propia vida, como el haber nacido en un pueblo religioso, con vida activa vecinal y comunitaria, donde el encuentro era permanente (por ejemplo, en la celebración de las posadas navideñas, entre el 16 y el 24 de diciembre, o durante las fiestas de la Virgen de Guadalupe). Además, el crecer en un barrio y una familia donde la palabra y el diálogo son pilares esenciales para mantenerse unidos, fue abono para “echar raíces con firmeza”, como él mismo resalta.


“De niño, me gustaba mucho ir a la casa de mi abuela y ver a mis tíos y tías platicando. Eran muy platicadores; siempre las sobremesas eran largas. Allí compartíamos, y con mis hermanos, mi hermana, mis primos y primas escuchábamos las historias sobre nuestro origen, quiénes somos, cómo eran los bisabuelos y las bisabuelas, cómo era el lugar que habitábamos”. La convivencia y la conversación eran esenciales para construir y sentir lo que él llama “armonía”, palabra que utiliza como sinónimo de paz.


Y es que para el padre Jorge Atilano la paz tiene que ver con la armonía con uno mismo y con todo, con la persona y la creación, con la propia historia y con Dios, con el relacionamiento consigo mismo, con las personas y la naturaleza que rodea a cada ser; con “lo que acá en México hemos llamado el horizonte del buen convivir”.


Armonía que –según Jorge Atilano– se ha perdido, ocasionando lo que se conoce como violencia, un fenómeno complejo, multicausal, multiexpresivo, cada vez con alcance más global que “no se puede seguir observando con unos lentes de visión positivista”, pues limitar la interpretación de la dimensión del problema a las cifras de homicidios, desaparecidos o víctimas es, según su opinión, tener una lectura superficial. Por eso propone, más bien, analizar cómo se comprende hoy el desarrollo social y humano, repesarlo y redefinirlo, porque considera que el asumirlo de forma errónea ha incidido en la individualización de las personas, volviéndolas competitivas y solitarias, separándolas de su propio origen, de su entorno, su raíz y comunidad.


“Esa desconexión de las personas va generando locuras, locuras cometidas por alguien que se siente herido por la soledad, por quien busca ser reconocido como miembro de una comunidad por medio del deseo de poder y de fama, y no por medio de la amistad. El mundo cada vez se va haciendo más ‘desarrollado’, pero cada vez se siente más solo”.


Por eso mismo, este sacerdote dejó su cargo como director de Vocaciones Jesuitas y se dedicó a construir paz desde el Centro de Investigación y Acción Social por la Paz (CIAS por la paz), obra social de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, entre 2015-2020, donde tuvo la oportunidad de retornar a Tancítaro y comprobar que el rehacer el tejido familiar y comunitario mediante el diálogo, el encuentro, los rituales culturales, religiosos y colectivos, funciona como estrategia para construir armonía:

“Ver un pueblo herido por el narcotráfico que toma en sus manos la responsabilidad de construir la paz, que lo hace unido, que vincula a campesinos y campesinas, sacerdotes, religiosas, maestros y maestras, estudiantes, funcionarios y funcionarias municipales, policías. Ver que la misma ciudadanía se pone de acuerdo para definir cómo crear seguridad, cómo hacer procesos de reconstrucción del tejido social. Verlos caminando juntos llevando sus símbolos de identidad, como lo son las imágenes religiosas y celebrando el día de la comunidad cada 16 de noviembre. Ver reunidos a hombres y a mujeres que se sienten comunidad, en comunión, personas de todas las edades en un objetivo común. Eso no solo es gratificante, sino que nos da muchas pistas significativas para entender que la solución a las violencias pasa por hacer juntos, con otros y otras, acciones comunes y simultáneas en el mismo territorio, que generen transformaciones culturales, individuales y grupales”

Por eso, durante su camino comparte con otros caminantes los tesoros que guarda consigo en su equipaje, sus reflexiones y su mayor aprendizaje: “ante todo, se necesita comprender qué está pasando, tener un buen diagnóstico permite tener propuestas más asertivas. Por ejemplo, en México, se debilitaron las narrativas comunitarias, se debilitó el vínculo social y se debilitaron las instituciones, y eso ha llevado a que los individuos se sientan desconectados, a que pierdan el sentido del límite, a que les cueste autorregular su propia libertad. Esto porque estamos en un sistema complejo que favorece la individualidad, donde todo lo que la promueva es aplaudido, y donde todo lo que lleva a poner límites, a regular comportamientos, es mal visto. Estamos en un paradigma liberal que ha priorizado el desarrollo exclusivamente individual y económico, lo que está generando destrozos... Y mientras no transformemos ese principio organizador de la sociedad por otro que se base en el cuidado de la vida, de la dimensión sagrada de la vida, desde la diversidad y la comunidad, no se podrá tener condiciones para la armonía y la paz”.


Así pues, el Caminante de la Paz al que rendimos homenaje en este boletín de nuestra Comunidad de Práctica es Jorge Atilano González Candia, sacerdote jesuita, quien bien sabe que, con compromiso real, con acciones caviladas e inspiradas en los aprendizajes, “se hace camino al andar”.

Jorge Atilano González Candía, S.J. es profesional en Filosofía y Ciencias Sociales del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, ITESO, teólogo de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, y magíster en Ética Social y Desarrollo Humano en la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Desde 2020 es asistente del Sector Social del Gobierno de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús en México. También ha sido director de las Vocaciones Jesuitas, cofundador del Centro de Investigación y Acción Social por la Paz (CIAS POR LA PAZ, obra social de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús) y corresponsable de dicho centro entre 2015-2020.


Tiene investigaciones en casos exitosos en participación ciudadana, estrategias de políticas públicas de seguridad desde el enfoque comunitario, consecuencias de la pandemia reciente sobre el tejido social y procesos de reconstrucción en entornos urbanos, semiurbanos, campesinos e indígenas.


Coautor de los libros Reconstrucción del tejido social: una apuesta por la paz, Un camino para la paz: experiencias y desafíos en la reconstrucción del tejido social; Policía municipal y organización comunitaria: un desafío para la paz, y autor de varios artículos sobre asuntos concernientes a la construcción de la paz.

 

Agosto 2022

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